Sobre los montes que se asoman, los valles lloran de inmensa paz; las auroras dibujan sombras que sobre el suelo danzarín van. Las flores sueñan en colores, y el campo ríe a su voluntad, y los caminos que danzando giran se convierten en ruta de eternidad.

¡Oh vida que brota y no cesa, qué dulzura en tu voz inmensa, y qué canto tan puro dia tras día! Eres un suspiro en la memoria, y un abrazo del alma querida.

  • Ángel de Saavedra Duque de Rivas